Comentario
El fenómeno de la esclavitud modificó las condiciones de vida y de trabajo tanto en la ciudad como en el campo. Para comprender la magnitud de esta afluencia de esclavos baste señalar que sólo entre el 200 y el 150 a.C., se ha estimado el número de prisioneros reducidos a esclavitud en 250.000, dato que probablemente esté por debajo de la realidad ya que, después de la tercera Guerra Macedónica, fueron reducidos a esclavitud 150.000 epirotas, a los que hay que sumar los soldados y esclavos púnicos capturados durante la guerra contra Anibal y que, sin duda, fueron muchísimos si tenemos en cuenta que, en el 209 a.C., se hicieron sólo en la ciudad de Tarento 30.000 esclavos. A éstos habría que añadir los que se obtenían por otras fuentes menores de aprovisionamiento: la piratería, la venta por deudas o los adquiridos en los grandes mercados de esclavos, como el de Delos o el de Side.
Muchos esclavos fueron incorporados a la industria y al comercio, pero no tantos que llegaran a eliminar el trabajo libre, si se exceptúa tal vez el trabajo en las minas. Su implantación en los campos fue por el contrario masiva, sobre todo en el sur de Italia y Sicilia, donde estaban situadas la mayoría de las grandes propiedades agrícolas.
Las condiciones de vida de los esclavos oscilaron generalmente entre la dureza y la extrema crueldad a que se vieron sometidos. Catón expone, entre sus múltiples consejos acerca de cómo obtener el máximo beneficio posible en la agricultura, la forma en que habían de ser mantenidos los esclavos y las raciones -siempre escasas- que se les proporcionarían en función de la clase de trabajo que desempeñaran y de las estaciones del año. La pena de muerte era aplicada con gran facilidad cuando se trataba de fugitivos o rebeldes. Un dato escalofriante es el de las siete mil condenas a muerte que sólo en el 185 a.C. se ejecutaron en Apulia. En esta región, en la que abundaban los pastos, sin duda el número de pastores esclavos era muy elevado. Prácticamente la totalidad de éstos se incorporaría posteriormente a la rebelión dirigida por Espartaco, lo cual da idea del fermento de rebelión que reinaba entre ellos.
El esclavo era propiedad del dominus, dueño. Inicialmente, sus derechos eran nulos. Posteriormente, sobre todo durante el Imperio, se establecieron normas que limitaban los abusos o el mal trato del dueño sobre los esclavos. Éstos fueron, ya desde el comienzo -siempre en términos generales-, incentivados por el desempeño de su trabajo mediante el pago de un peculio con el que, a la larga, podían llegar a comprar su libertad. No obstante, estos procesos de manumisión debieron ser poco frecuentes en esta época y bastante numerosos en la fase final de la República si tenemos en cuenta que, en época de Augusto, se establecieron leyes limitadoras de la manumisión.
Las revueltas de esclavos propiciaron sin duda una mayor cautela a los propietarios de éstos que se tradujo en actitudes menos crueles que las de esta época. Las esperanzas de la mayoría no debían de ser otras que las que apuntaba Salustio al decir: "Son pocos los que esperan la libertad, la mayoría desea dueños justos".